jueves, 22 de julio de 2010

España y la Nación Balón de Savater

Publica hoy El País un artículo de Savater. Se titula La Nación Balón y dice cosas como ésta:
"La tentación de contrarrestar una demostración de irredentismo manipulador nacionalista con clamores no menos oportunistas que pretenden fundar la Constitución en el gol de Iniesta puede ser irresistible para los trivializadores de la política pero en sí mismo es insano y triste"
¿Quién pretende algo así como fundar la Constitución en el gol de Iniesta? Una referencia, por favor. Algo que sustente semejante caricatura. No hay ni puede haber parangón entre la manifestación independentista de Barcelona, perfecto exponente del proceso de cultivo programado durante décadas de nacionalistas periféricos, con la expresión pública y espontánea de júbilo por la victoria de la selección.

Semejante comparación es, en sí misma, torticera: frente a un problema real -el nacionalismo catalán-, Savater sitúa un sentimiento natural de alegría por el buen papel de aquellos con los que uno se siente vinculado (a pesar, en muchos casos, de campañas oficiales como la de la red catalana de albergues).

Tiene razón Savater cuando dice que no podemos jugarnos el Estado a los penaltis... (nadie ha pensado hacerlo, pero bien está). Añade:
"Y no nos engañemos, es del Estado de lo que se trata y no de la nación."
Error. Se trata precisamente de la nación: sólo si hay nación tiene sentido la reivindicación de un estado propio.

El reconocimiento por parte del Tribunal Constitucional de Cataluña como nación constituye un avance objetivo en la reivindicación nacionalista. Cataluña, antes de la sentencia, era región o nacionalidad. Ahora, por sentencia del TC, ha subido de categoría: Cataluña es una nación. Sin relevancia jurídica, cierto, pero nación. Una de esas que el TC, en un alarde sin par de hábil servicio a España, reconoce como entidades de carácter histórico, cultural, lingüístico...

Con el agravio incorporado de que en el mismo acto, la sentencia, en el que el Estado español, a través del TC, reconoce el nuevo estatus de Cataluña -antes sólo reservado a la nación española-, el mismo Estado español niega que ese carácter de nación tenga trascendencia jurídico-constitucional.

Ni en el mejor de sus sueños pudieron los nacionalistas imaginar semejante espaldarazo: son nación, pero sin encaje en la estructura constitucional. Tantos años después, el TC dictamina que la queja nacionalista tenía -tiene- toda la razón de ser.

Sigue Savater:
"En un Estado democrático puede haber muchas naciones, sean culturales o sociales. Nuestros clásicos hablaban de "la nación de los peces" y "la nación de los pájaros", de modo que bien puede haber la nación de los catalanes o de quien se apunte después."
Ridicula asimilación, de nuevo. El problema cierto de articulación entre diversos sentimientos de pertenencia en seres humanos nada tiene que ver con las otras metáforas.

Lo peor de esta afirmación, sin embargo, es lo que tiene de aval para las tesis nacionalistas: España no es nación sino un Estado plurinacional. Una vez más se nota aquello que tanto revuelo armó: la idea de España, a Savater, se la suda.

Normal, con estas premisas, que aunque Savater señale a los ciudadanos españoles como los sujetos políticos de la soberanía nacional a quienes es preciso pedir opinión si de cambiar la Constitución se trata, el problema de por qué esto es así -por qué somos los españoles y no sólo los catalanes, o los vascos, o... -, ese problema, digo, ni se plantea.

Y como conclusión, ¿qué queda?

Desde mi punto de vista, el mismo error que nos ha traído donde estamos. Los recelos frente a/contra España, inevitables quizá cuando el franquismo era real o excesivamente reciente, no sólo carecen de sentido hoy, sino que son suicidas. Si España no es la patria de los afectos de nadie, ¿cómo pretender que sobreviva a tanto impulso segregador?

Querer (a/ser) España, no avergonzarse de ser español, se ha tornado sospechoso (de facherío, feísmo, mal tono...) durante estos años. La demostración espontánea de alegría por el triunfo de la selección en el Mundial esconde, quizá, una reivindicación natural: "Oigan Vds., no estamos avergonzados. Contra lo que algunos dicen, esto de ser españoles no está nada mal. En ocasiones, incluso, hasta mola ser español".

No es sensato que los sentimientos de pertenencia se impongan sobre valores cívicos como la igualdad y la libertad. Ahora bien, tampoco lo es pretender que España no es otra cosa que su ordenamiento jurídico. Frente a la nación pequeña de los nacionalistas, los españoles -incluidos ellos, los nacionalistas, qué plastas- también tenemos una realidad histórica, cultural, lingüística... que reivindicar.

Eso me parece... Ahora bien, si mayoritariamente los españoles decidimos que España no vale la pena, santo y bueno. Qué se le va hacer.

La igualdad, la libertad, la solidaridad... no son patrimonio exclusivo del Estado español (ay, dirán, ni patrimonio siquiera, que tenemos el patio hecho unos zorros). Por eso los valores cívicos, los derechos civiles, no bastan. No son argumento suficiente para la defensa de la nación española frente a la catalana y las demás. Con ellos como único soporte, nos quedamos sin España.




domingo, 11 de julio de 2010

Referéndum

Quizá la única manera de hacer visible esa otra realidad catalana no representada en la manifestación de ayer en Barcelona es promover, desde el resto de España, un referéndum por la independencia de Cataluña en el que, por supuesto, podamos votar todos los españoles.

Ante semejante tesitura, cabrían dos posibilidades:
(i) Se articula en Cataluña un movimiento cívico de resistencia frente al nacionalismo: algo así como un Ciudadanos en su mejor momento, pero a lo bestia.

(ii) Se comprueba que el personal, mayoritariamente, sigue prefiriendo la playa.
En uno y otro caso, el panorama se clarificaría y sabríamos si realmente existe esa otra realidad catalana.

Por lo que se refiere al resto de españoles, no creo que tenga excesivo respaldo esa idea preconcebida -tan hábilmente manejada por los nacionalistas- de que, en cualquier circunstancia, nos opondríamos a su independencia. Yo, sin ir más lejos, votaría enérgicamente por el SÍ -a su independiencia, que también es la nuestra- de ser las cosas como se indican en (ii).

Los catalanes y el resto de españoles sabríamos a qué atenernos; podríamos optar por una u otra salida con conocimiento de causa.

De producirse (i) -con el ímpetu que da la opción más optimista- no cabría descartar en toda España un movimiento generalizado de búsqueda de lo común y de espíritu de refundación, que falta nos hace. (¿me he pasado de optimismo?; será por el partido).

Lo que no parece posible -ni prudente, ni sano- es seguir, a estas alturas, disimulando.

Mingote, imagino que en ABC; he perdido la referencia

viernes, 9 de julio de 2010

Naciones, vínculos afectivos y relevancia jurídica

Se ha hecho pública la sentencia del Constitucional.

En su página 468 puede leerse:
«De la nación puede, en efecto, hablarse como una realidad cultural, histórica, lingüística, sociológica y hasta religiosa. Pero la nación que aquí importa es única y exclusivamente la nación en sentido jurídico-constitucional.»
El Tribunal Constitucional reconoce en este párrafo que caben distintas acepciones del término 'nación'. Además, el Tribunal declara que sólo el uso jurídico-constitucional es de su competencia.

Por otra parte, el Tribunal consagra que el preámbulo del Estatut aluda a una nación, la catalana, distinta de la española. Declara que esa alusión carece de relevancia jurídica, pero es consciente del resto de aspectos que definen una nación.

La consecuencia es perversa: esta sentencia condena a la nación española a no tener más relevancia -en Cataluña y, como consecuencia, en España- que la jurídico-constitucional, reservando para la otra, la catalana, los demás aspectos: cultural, histórico, lingüístico, etc.

Así, de forma inevitable, se pone en cuestión "la realidad cultural, histórica, lingüística, sociológica y hasta religiosa" que es -ha venido siendo- la nación española.

En el mismo lance en que se destaca su relevancia jurídico-constitucional, se crean las condiciones para que los ciudadanos sólo reconozcan en España a un estado distinto -y, por tanto, opresor- de la nación a la que cultural, histórica y afectivamente pertenecen.

miércoles, 7 de julio de 2010

Legitimidades

Blog de Santiago González, ayer. Alguien enlaza un artículo de Savater en El Pais, El nombre de las cosas, en el que entre otras cosas puede leerse:
"Ahora bien, puestos a señalar cosas legales pero de legitimidad cuestionable... ¿qué diremos del referéndum del Estatuto, en el que tomó parte solo un tercio del electorado y que sin embargo se considera la voz del "pueblo" catalán?"
Intervengo para hacer dos comentarios:
"1. Es falso que en el referéndum del Estatut participara sólo un tercio del electorado; participó casi la mitad, un 49,41%.

El tercio que suena a Savater es el correspondiente a votos a favor (un 73,90% de los emitidos; un 36,19% del censo).

2. Por lo demás, y con relación a la legitimidad, ¿qué diremos?

Pues quizá cosas parecidas a las que algunos dijeron de las elecciones al Consejo de Dirección de UPyD en su primer y, hasta la fecha, único congreso, celebrado dos años después de la fundación del partido-que-iba-a-regenerar-la-política-y-devino-fiasco:

Participación: 37,88%
Votos a Rosa Díez: 29,64% del censo"

Cuento esto no por la discusión a que dio lugar -poco provechosa- sino por la intervención de Grunentahl a las 10:10 de hoy:
"Abundando en lo que, corregido certeramente por D. Funes, decía ayer en el País D. Fernando Savater, en efecto, el Estatuto está aprobado por un poco más del tercio del electorado.

De acuerdo con la Constitución de la IIª República, no habría podido aprobarse, por que su artículo 12 decía:

"Para la aprobación del Estatuto de la región autónoma se requieren las siguientes condiciones: [...]
b) Que lo acepten, por el procedimiento que señale la ley Electoral, por lo menos las dos terceras partes de los electores inscritos en el Censo de la región. Si el plebiscito fuera negativo, no podrá renovarse la propuesta de autonomía hasta transcurridos cinco años.[...]".

Los republicanos nostálgicos que abundan entre los nacionalista catalanes podrían tenerlo en cuenta. "

Yo desconocía el dato. Me parece interesante hacerlo circular.
Es bien triste que nuestra Constitución no recoja una cláusula tan sensata. Cuántos quebraderos de cabeza nos habría ahorrado.