Ante semejante tesitura, cabrían dos posibilidades:
(i) Se articula en Cataluña un movimiento cívico de resistencia frente al nacionalismo: algo así como un Ciudadanos en su mejor momento, pero a lo bestia.En uno y otro caso, el panorama se clarificaría y sabríamos si realmente existe esa otra realidad catalana.
(ii) Se comprueba que el personal, mayoritariamente, sigue prefiriendo la playa.
Por lo que se refiere al resto de españoles, no creo que tenga excesivo respaldo esa idea preconcebida -tan hábilmente manejada por los nacionalistas- de que, en cualquier circunstancia, nos opondríamos a su independencia. Yo, sin ir más lejos, votaría enérgicamente por el SÍ -a su independiencia, que también es la nuestra- de ser las cosas como se indican en (ii).
Los catalanes y el resto de españoles sabríamos a qué atenernos; podríamos optar por una u otra salida con conocimiento de causa.
De producirse (i) -con el ímpetu que da la opción más optimista- no cabría descartar en toda España un movimiento generalizado de búsqueda de lo común y de espíritu de refundación, que falta nos hace. (¿me he pasado de optimismo?; será por el partido).
Lo que no parece posible -ni prudente, ni sano- es seguir, a estas alturas, disimulando.
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