martes, 21 de diciembre de 2010

Tercera España: lagarto, lagarto

Nunca me gustó el discurso de la tercera España. No hay tercera España sin dos previas enfrentadas.

Rosa Díez, en su blog:
"[...] tercera España que se había intentado reconstruir en los primeros años de la Transición y la democracia;
[...]
Alertemos a los jóvenes; despertemos a quienes se marcharon defraudados; movilicemos a esa tercera España que es stablishment quiere hacer desaparecer del espacio público."
Es falsa esa conjunción entre transición y tercera España. El acierto de la transición fue precisamente arrumbar, si es que aún existía, la maldición de las dos Españas. Y no a base de reconstruir una tercera, no. Sencillamente, haciendo que no hubiera más que una España: la de la reconciliación.

Hoy no hay dos Españas; no hay guerracivilismo que superar. Aunque algunos se hayan empeñado en volver a cavar trincheras del pasado y colocarnos a todos en alguna, el conflicto es falso. Todo lo que no sea denunciar y poner en evidencia esta perversa estrategia de división y confrontación entre españoles es legitimarla. Hablar de la tercera España supone, da por hecho, el éxito de quienes han cultivado la mentira, han falsificado la historia y han trasladado de forma absurda y peligrosa categorías del pasado a nuestro presente.

Por otra parte, no es de recibo predicar pedagogía política:
"[...] no hemos hecho pedagogía democrática.

Los jóvenes españoles no han sido educados para valorar y preservar los valores democráticos; [...] no les hemos enseñado el valor de la participación política; no les hemos inculcado la necesidad de defender lo que nos une, los valores comunes, los principios democráticos."

al mismo tiempo que el segundo (¿o primero?) del partido -quién, si no- cultiva un día sí y otro también el insulto más zafio:
"[...] a estas alturas casi me da igual lo que vociferen esas lepras rencorosas y archipagadas –en dinero y de sí mismas- de esta pobre democracia como esos famosos tertulianos al estilo María Antonia Iglesias o Enric Sopena, o los de El Gato al Agua de Intereconomía (los extremos infames se tocan) [...]"
Es precisamente este tipo de actitud el que puede llegar a convertir en irrespirable el ambiente político en España.

Menos predicar y más dar trigo. Resulta obsceno que quienes hablan pomposamente de "defender lo que nos une" se permitan al mismo tiempo la brutalidad de llamar "lepras rencorosas" a los demás.



2 comentarios:

José Antonio del Pozo dijo...

Pues lleva toda la razón. Ya lo decía Unamuno, Amor y pedagogía, incompatibles en todo caso, Rencor y pedagogía. Un saludo bloggero

Funes Memorioso dijo...

Un saludo, José Antonio.